Hay pequeñas costumbres que he ido perdiendo con el tiempo, pero que de vez en cuando recupero y me hacen sentir mas joven... una de ellas, quizás parezca una chorrada, pero es algo que me da la vida. No se si es una práctica habitual pero antes lo hacía mucho.
Por la noche te ibas a la cama antes de tiempo con el walkman y te colocabas los cascos que pesaban dos toneladas y te ponías boca arriba a escuchar el disco. Si lo hacías de lado te quedaba la cabeza en desequilibrio apoyada solo en un auricular y acababa siendo molesto... Aun así, siempre corrías el riesgo de quedarte dormido y hacer que un hilillo de baba pudiera llegar a contactar con el casco y producir una descarga directa al cerebro... un riesgo que también entrañaba la satisfacción de estimular aún mas esos circuitos emocionales relacionados con la música que hacen aumentar la producción de dopamina, endocannabinoides y endorfinas a base de reflujillos salivares y que se producen cuando escucho los primeros discos del robe por ejemplo y que hacen que sea tan flipante ponertela a toda ostia... hace poco volví a esta costumbre y recordé lo que me molaba quedarme sopa así, dejar que la música se colara entre los sueños y que por la mañana apareciera con toda la cara marcada.La música es genial, que no?, cuando dejo de escucharla es que algo va mal.

(lo más leido de coda, lo mas comentado, lo mejor del blog)

2 comentarios:
Anónimo dijo...
Yo nunca pude dormir con los cascos. Las letras tan directas al lóbulo temporal me exigen escucha activa y análisis de cada palabra que oigo.
Así que... dejaba los cascos al lado de mi cabeza para que llegase el sonido bajito, susurrando, y así se colaba en mis sueños. Cada uno con sus cosas. Pruébalo.
Tú tienes pinta de que te guste el campo ¿qué no? ;)
Babe dijo...
Como siempre digo a mi amiga Sue Björk,¡¡¡ desconfía de la gente que no le gusta la música!!!! Arriba los cascos de patinador ochentero.