Cuando estuvimos en Palma visitamos la catedral, como debe ser.
Nos metimos cuando no cobran y puedes pasear tranquilamente sin pensar que en realidad las catedrales están hechas para sacar pasta. Yo tenía ganas de verla porque nos habían contado que tenía una mezcla de estilos muy curiosos y que a raíz de la capilla que había remodelado Miguel Barceló había habido mucha controversia, y claro, si hay movida, yo me quiero enterar para criticar también.

La historia es que La Seu: La catedral de mar (que no la de Barcelona, por mucho que insista Ildefonso Falcones) es del siglo XIV y gótica levantina, con claras influencias norte europeas, asomada al mar sobre unas murallas romanas, lo típico.

Pues bien, ya por 1900 la pilló Gaudí por banda y empezó a quitar cosas y cambiarlas de sitio; que si me cargo el coro porque total ahí en medio no pega y no se les oye, así que lo paso a los laterales y así se oye en doubly sound round the world, me cargó el pasillo de los cirios que era mudéjar porque si voy a montar el cirio, que no se paseen por él, creo un nuevo púlpito, meto unos nuevos diseños modernistas y dejo un baldaquino nuevo a medio montar..
Vamos, que la lió parda y mezcló el gótico con el estilo modernista catalán y se quedó tan ancho. (este es el efecto "ágatha ruiz de la prada", que una vez que se hace famosa es capaz de diseñar hasta redes para llevar los kilos de fruta), pero para cumplir el dicho: "de la calle vendrán, que bueno te harán", llegó el Barceló.

A este debieron decirle:
-mira, ves la capilla esta, pues te la cargas y haces lo que te salga de las pelotas, vale?
Y ateo como él solo se cargó la capilla del santísimo para hacer una alegoría a la multiplicación de los panes y los peces base de pescaos vomitando que hay que ver. Los frutos del mar y de la tierra...

Cuando entras en la catedral, lo primero que te llama la atención es el pedazo de rosetón que tienen, al parecer el mas grande de europa, además, cuando fuimos nosotros entraba el sol del atardecer y los colores se reflejaban por toda la pared... pero cuando echas la vista al frente, parece que estás en un rastrillo:
A tu izquierda una nave gotikaza a mas no poder con todo el color orazo ese que gustaba tanto con el retablo saturado de brillos e imágenes.
En el centro un baldaquino fashion de Gaudí colgando que mas parece una atrapasueños que otra cosa y finalmente:
A la derecha el estilo contemporáneo de un pive que dice que creó la capilla a golpes y puñetazos, que comenta que mientras le paguen le da igual hacer algo en lo que no cree y que para mas inri esculpe a un jesucristo y se calza él como modelo...

Pero si os digo la verdad, a mi me encantó. Quizás demasiado moderno para una catedral, pero es una capilla distinta que te traslada a otro mundo, quizás sacado de una peli de Tim Burton.

Si bien es cierto que no pudimos verla bien de cerca (para eso sí había que pagar) las vidrieras acojonan y realmente parece que estás en el momento de la creación, y si te dejan ver las esculturas de cerca, tienen un gran colorido y simbolismo, lleno de detalles en esa piel de cerámica que le ha calzado a la nave.

Es otro rollo de capilla, aunque entiendo que los mas conservadores se echaran las manos a la cabeza, pero expresa, que al fin y al cabo es lo que cuenta en el arte,¿no?


Cuando hablo de la generación del 36 no estoy hablando de Miguel Hernandez, Gabriel Celaya, Juan Gil-Albert, Luis Rosales, ni ninguno de esos... Estoy hablando de esa generación que creció en la postguerra y que vivió los tiempos mas duros de la historia reciente en un pequeño pueblo de La Mancha, de ganado famélico y tierra yerma, una generación que se duchaba los días de lluvia y para los cuales comer mondas de naranja era un manjar.

Con esa gente se ha juntado la generación del 75, los hijos del naranjito: la generación que se bañaba en grupo con los hermanos en la bañera cuando tocaba, que conoció la tele en blanco y negro y para los cuales un manjar era una copa Dalky de nata y chocolate. Y así es que las dos generaciones nos hemos ido a ver a la tía de Mallorca, también del 36, con el rober: nativo digital, al cual le vamos a dejar moro.

Es muy curioso ver como van las prioridades de cada uno en función del ambiente en el que te has criado. Cuando tienes un límite de 15 kilogramos de peso en una maleta para dos, tu personalidad se define. Mientras los del 75 cargamos la maleta de ropa, móviles, cámaras digitales, ebook... nos las vemos crudas para meter o no el portatil, sacrificando el ratón y poco mas... los del 36 llevan dos jerseys para cinco días y el resto del equipaje lo llenan de frascos de miel y kilos de ajos para la tía. ¿Ajos? nos preguntábamos nosotros, pues sí, ajos, porque a la tía le gustan los ajos de aquí, y como ya no nos caben en la maleta los llevamos en el equipaje de mano atufando a todo el vuelo de Rayanair, que parece que esto solo ocurre en la películas del Paco Martinez Soria... pero no, sigue pasando en el 2012, en los albores del Apocalipsis, si viajas con tus padres. Pero es mas, mi tia ha llegado a comprar pan en Madrid para llevárselo a Mallorca, porque el de allí se reblandece enseguida y el de aquí está crujientito y hace "cru cru"... Son pequeños placeres que nosotros ahora no entendemos y que a ellos les dan la vida.

Cuando llegamos al aeropuerto de las Palmas, mi madre toda mosqueada nos mira y nos dice: "Uy, pues si parece que no vinimos por aquí!", pues no mamá, es que embarcamos en Madrid y ahora estamos en las Islas Baleares, es un aeropuerto distinto... pero a ella qué mas le da si su mundo es su casa y la ventana al Sálvame de todos los días.

Y así hemos llegado de las islas, cargados de cuatro kilogramos de sobrasada, de la picante y de la normal. Nos hemos librado de la ensaimada porque cuentan como bulto, que sino, estaban preparadas para el vuelo. Y con todo esto, me digo; qué bello es viajar, y como mola el trueque gastronómico entre las distintas Comunidades Españolas... Ole!!